Estoy de vaga. Las ideas estuvieron jugando al bowling en mi cabeza todo el día, mi puntería es débil y los zapatos que tengo son ojotas resbalosas. Debe ser el frío que está aturdiendo mis posibles respuestas. Sabía que iba a ser un día horrible. Desde ayer a la noche. Desde que ella me dijo que quería morirse. Eso también lo sabía de antes. Eso también me duele de antes. Eso y no poder convencerla. Será que heredé su cabezarudismo de no dejar que nadie flote sin alas. También heredé sus manos, pero no sus nudillos. Y su costumbre de cantar para darme ánimos. ¿Alcanzará con las canciones de Frank Sinatra que conozco? Quizá sólo sea cuestión de recurrir a todos los discos de Los Beatles (¿incluidas las canciones tristes?), incluidas las canciones tristes, las melancólicas, las de la separación. Cuanto más cante, más rápido va a llegar el día en ella se despierte con ganas.
Mi nombre ya está cantando, y cruzando los dedos.
Mi nombre ya está cantando, y cruzando los dedos.