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miércoles, 30 de mayo de 2007

Bowling

Estoy de vaga. Las ideas estuvieron jugando al bowling en mi cabeza todo el día, mi puntería es débil y los zapatos que tengo son ojotas resbalosas. Debe ser el frío que está aturdiendo mis posibles respuestas. Sabía que iba a ser un día horrible. Desde ayer a la noche. Desde que ella me dijo que quería morirse. Eso también lo sabía de antes. Eso también me duele de antes. Eso y no poder convencerla. Será que heredé su cabezarudismo de no dejar que nadie flote sin alas. También heredé sus manos, pero no sus nudillos. Y su costumbre de cantar para darme ánimos. ¿Alcanzará con las canciones de Frank Sinatra que conozco? Quizá sólo sea cuestión de recurrir a todos los discos de Los Beatles (¿incluidas las canciones tristes?), incluidas las canciones tristes, las melancólicas, las de la separación. Cuanto más cante, más rápido va a llegar el día en ella se despierte con ganas.

Mi nombre ya está cantando, y cruzando los dedos.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Volver

Ando ruteando la ciudad. Vivo cubriendo la inconmensurable distancia que puede haber entre mi antigua vida, compartida palmo a palmo con la estimada señorita soledad, y mi contemporaneidad, felizmente rebalsada por los besos del señor Monrroy (¿por qué estarás llegando tarde? No te habrás quedado dormido, ¿no?). Y cuento los minutos. Y me duelen las orejas del tirón. Las bromas me reclaman que comparta mis sonrisas con quienes estuvieron en el fondo del océano conmigo, cuando las únicas luces eran ellos, cuando aprendí a hacer nudos para toda la vida. Nudos que bañé con más lágrimas de las que jamás podría contar y nunca cedieron ni un poquito. Nudos en los que hamacaba, auque no fuera más que por un rato, los bloques de cemento que taponaban mi fluir de sangre. Nudos que bendigo hoy, y siempre. Porque podré ausentarme por unos días, unas semanas. Sólo para que el regreso me convierta, a mí, en un nudo más fuerte, capaz de soportar cualquiera de las tempestades que atraviesen aquellos que me consideran su amiga.

Mi nombre ya es timón.

lunes, 21 de mayo de 2007

La distancia entre escritorios

Debería llegar a la oficina a las 7.55 de la mañana. Sin embargo, todos los días se las arregla para empujar la puerta de entrada giratoria a las 6.30, en un esfuerzo sobre humano por no llegar a las 6 en punto, momento en que el edificio apenas acaba de levantar su inmenso párpado enrejado. Qué hace durante esa media hora, en la que sólo comparte el tercer piso con los libros y sus estampitas, nadie lo sabe. Verónica tiene fundadas sospechas de que intenta encontrar algún cajón sin llave y espiar en la vida de aquel que cometió semejante descuido (o acto de coraje, depende). Hasta ahora, nadie recuerda queja alguna por la falta de implementos. De todas formas, no creo que tenga alma de ladrona (o que alguien le haya dado la oportunidad), aunque sí de golosa, por la inevitable sucesión de chocolates, alfajores, facturas y budines, en su escritorio, bien vigilados por el afro impecable de la imagen de Sai Baba. Sí, ella es confesa “babista”. Y también cree en Santa Teresa. El otro día, una compañera le prestó, por una semana, una imagen de la Santa, traída desde Tucumán. Dicen que cumple los pedidos de los que le rezan todos los días. Ella se la pidió una semana más. Y no hay que olvidar su devoción por sus ritos: insultar en un murmullo a todos los empleados nuevos; controlar que la computadora esté apagada; los cajones, cerrados; y que su vida tenga sentido. Tanto sentido como cuando se queja de que no tiene nada para trabajar y gruñe, como cuando le dan un par de hojas para que tipee (y gruñe). Tiene el poco delicado encanto de esos animales que no dejamos de mirar, por lo mucho que nos repelen. Algunos en la oficina le temen, otros sienten rechazo. Oscar no quiere ni acercarse, le recuerda a su trabajo anterior. A mí no deja de sorprenderme lo escasas que nos quedan, a veces, las clasificaciones humanas. Ella tiene muchas creencias, pero hace rato perdió la fe.

Mi nombre ya es un ojo en la tormenta.

A la cama

Te daría todos mis sueños. Sí, a vos. A vos que estás leyendo y no entendés porque alguien te regalaría una sucesión de elaboraciones inconscientes nocturnas (las elaboraciones diurnas las guardo en un cajón del escritorio en la oficina). Te los doy, porque conmigo no florecen; sólo consigo hacerlos brotar de bichos y entonces sacudo la cabeza porque se me vienen encima, como ruedas de llantas rojas y rayos blancos, que enseguida cambian de forma y son las blancas patas de arácnidos que tanto me despiertan sobresaltada, como el otro día cuando, con efecto de cachetazo, salí de mis sueños, pensando en el significado de la vida y en por qué no soy otra persona, qué gracia tiene ser yo y, entre tosido y tosido, terminé tomando agua en el baño y puteando al protector bucal que uso por las noches, porque duermo con la boca abierta y trago mal la saliva, y el ahogo moribundo me despertó con saludos desde el más allá, aunque tampoco me gustan los saludos desde el más acá cuando me despierto con la revelación de que estuve corrigiendo la biografía de Bertrand Russell entre los brazos de Morfeo. Y mejor los tenés vos, sí, vos que estás leyendo y no entendés porque alguien te regalaría un sucesión de semejantes patas de elefantes, pero conmigo se pudren y en versión letras titilan y mejor que titilen acá, así ahora puedo dormir, en serio, dormir.

Mi nombre ya es 489 ovejitas saltando en la pradera.

viernes, 18 de mayo de 2007

Dialéctica urbanoamorosa

pero sin vos
las avenidas no tienen luz
los perros desnutridos abundan
y los semáforos en rojo me duelen
porque mi mano sostiene tu ausencia

pero con vos
hasta las máquinas boleteras sonríen
la fortuna riega los pasillos del subte
y desconozco el color de las bocinas
porque lo único que escucho son tus labios

entonces nosotros
tenemos un guiño con los kioscos de diarios
fileteamos sueños en las ruedas del sesenta
y las luces de la autopista nos besan
porque pintamos nuestro amor con asfalto

Mi nombre ya está enamorado.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Cotillón

...y mi amiga color ciprés no está.
Entonces, me río con risa que no es prestada,
que no estalla, pero retumba,
porque está fuera de práctica,
porque ya no soy una nena,
y los besos que me da la vida
son todos ganados
a fuerza de no comer caramelos bolita
y de soplar globos para los demás.

Mi nombre ya es papel picado.

lunes, 14 de mayo de 2007

Sordera

Si yo tuviera buen oído,
entendería eso que cantan,
las notas que mi hermano
dice en su guitarra;
conocería el murmullo
de las patas de las moscas;
contaría mis historias para tus oídos,
en vez de hacerlo para tus ojos.
¿Será por no escuchar
el silencio de tus regalos?

Prefiero que la gente
eleve el tono de sus caricias
cuando me habla,
a tener las olas encerradas en mi cabeza,
alejándome del ronroneo de sus voces.
Es que tengo los oídos ciegos,
un día les puse gotas para los ojos
y dejaron de llorar.
Pero, déjalos así.
Ahora se ríen mejor que antes.

Mi nombre ya es una canción desafinada.