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viernes, 18 de septiembre de 2009

Incoherencia cotidiana

Una de las pocas cosas que no he coleccionado jamás son llaveros. Esos los uso, se rompen, los tiro y consigo nuevos. Me resultan demasiado útiles como para ser dignos de ser exhibidos como trofeos de nada.

Por lo demás, he juntado: latas de gaseosa, estampillas, estampitas, señaladores, billetes, monedas (esas todavía no las pude tirar), fósiles marinos, piedras, cajas (aunque nunca en forma consciente; sencillamente soy un imán para las cajas y cajitas) y seguro que algo más, que ahora no logra ser parte de la colección de recuerdos en mi cabeza.

Si tuviera en cuenta que mi mamá todavía conserva todos nuestros (considérese que somos cuatro hermanos) dientes de leche (y algunos de diente) en un frasquito, creo que podría tener una excusa para ser como soy. Pero no le echemos la culpa a mi madre. Al menos, no hoy; los viernes no me siento freudiana.

Mi nombre ya es ¡bótelleeeerooooo!