A veces me convenzo de que la primavera lo único que me hace germinar es el sueño. Más que sueño, son las ganas de dormir para sobrellevar el hartazgo. Incluso pensar me da fiaca. Porque es mucho mucho lo que pasó en el año, bastante todavía lo que falta por enfrentar y el balance es imposible. Ceteris paribus: estoy casi en el mismo punto en el que estaba la primavera pasada, sólo que esta vez ya no conozco las flores, ni siquiera las de papel que tanto me emocionan.
Así que la queja se me hace grito, la envidia se me hace indiferencia y la claridad mental me saluda desde el último vagón de un tren que ya se puso en marcha. ¿Atinará a bajarse? ¿Podré correr hasta alcanzarlo?
Sospecho que tendría que comprar determinación en pastillas y alquilar una foto antigua que me recuerde que la primavera es linda, porque este lado del mundo se pone rozagante, las tardes huelen bien y el sol espera hasta que salga del trabajo para darme un beso.
Y, a ustedes, ¿cómo los trata la primavera?
Mi nombre ya es alérgico a la gente que florece alegre.
Así que la queja se me hace grito, la envidia se me hace indiferencia y la claridad mental me saluda desde el último vagón de un tren que ya se puso en marcha. ¿Atinará a bajarse? ¿Podré correr hasta alcanzarlo?
Sospecho que tendría que comprar determinación en pastillas y alquilar una foto antigua que me recuerde que la primavera es linda, porque este lado del mundo se pone rozagante, las tardes huelen bien y el sol espera hasta que salga del trabajo para darme un beso.
Y, a ustedes, ¿cómo los trata la primavera?
Mi nombre ya es alérgico a la gente que florece alegre.