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lunes, 30 de agosto de 2010

Las palabras de Luis

Prenderle fuego y verlo deshacerse en cenizas. No. Mejor incrustarle algo punzante en el ojo y empujarlo profundo hasta alcanzar materia gris. No, no. El veneno siempre es más efectivo y de fácil uso. Además, es probable que así tenga una muerte más lenta. Digno final para una vida inyectando hartazgo y pesar en la gente que debe soportarlo a diario. Ese tipo de cosas eran las que pensaba Luis, cada vez que su jefe le recriminaba por no haber terminado una tarea para la que no le había dado el suficiente tiempo y que no le correspondía. (Todo eso por un sueldo por debajo de lo merecido, estipulado y suplicado; no podía ser de otra manera). Y, como cada una de esas tantas veces, Luis acabó diciendo: “Disculpe, señor Hekel. No volverá a ocurrir”.

Mi nombre ya está recargado.