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martes, 21 de noviembre de 2006

Hoy por mí, mañana quién sabe

Me cansé. Esta noche no pienso perder la batalla frente al insomnio. Hoy, las voces con los pedidos y recomendaciones ajenas van a quedar del lado de afuera de la ventana, y de adentro yo voy, finalmente, a reconciliarme con el sueño y a bucear en sus profundidades a ver si descubro eso que en verdad anhelo y que no soy capaz de enunciar por no incomodar a nadie, ni siquiera a mí misma.

Será la costumbre, me digo. Tantos años siendo adiestrada para tenerle paciencia a los demás será lo que hoy no me deja patear el tablero y decir miren, muchachos, lo que yo quiero es esto, esto, sí. Pareciera muy fácil, pero cada vez que quiero decir aaaaa termino balbuceando un eeeeee y me acuerdo de cuando era chica y a cada uno le tocaba un alfajor, pero Jose nunca se lo comía entero y su mitad podía estar varios días en la heladera que, él apenas si podía terminarse una milanesa y yo, después de varias, más una montaña de ensalada y una fruta, me deshidrataba de la baba que me caía desesperada por comer ese resto de alfajor. Y mi mamá que decía que no, que todo se dividía en partes iguales y cada uno tenía el derecho de comer a su propio ritmo, y ahí fue cuando mi paciencia empezó a correr sus primeras carreras y ahora, como quince años después, ya es toda una maratonista profesional.

Pero los profesionales también disfrutan de las vacaciones y mi paciencia se está por tomar un par de días debajo de mi almohada, a ver si el deseo toma un poco las riendas de esta marioneta que soy y, con un poquito de ayuda de la inmensa tozudez que de cuando en cuando se me despierta, logramos hacer lo que se nos cante, aunque los demás opinen lo contrario.

O sea, tanto quilombo para decir que el 30 voy a leer lo que yo quiera, más allá de que el resto del grupo no concuerde conmigo. Es que ellos quieren ser consecuentes conmigo y yo si hay algo que no puedo es ser consecuente conmigo misma, si no hay algún desafío en el caldero, mi mundo no camina. Hoy, yo corro a mi propio ritmo. ¿Los demás? Y, es una buena oportunidad para que entrenen su paciencia.

Mi nombre ya es un salame.

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