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sábado, 12 de diciembre de 2009

Decime como quieras (todos lo hacen)

Ser María Algo es una complicación. Tus tíos y tus primos te dicen María. Tus compañeritos de primaria te decían María Algo. Y eso no te gustaba nada. Entonces, convencés a tus hermanos y amigos para que te digan Algo y, con mucha insistencia, lográs pasar a ser Algo en la secundaria. Pero, para tu mamá, vas a ser siempre "Princesa", así que el nombre que tanto le costó elegir no importa.

En el trabajo, ni bien empezás, no te preguntan cómo te llamás, sino que miran un legajo y (como la norma no escrita dice que uno sólo usa el primer nombre) te crean una dirección de e-mail maria.apellido@empresa.com. Pero enseguida te das cuenta de que esa regla, que, se supone, se aplicaría a todos los empleados (porque debería ser una práctica del sentido común), no es tan estricta como vos creías. Y te encontrás pasándole archivos a juanfulano.apellido@empresa.com y te hacés amiga de Mengana Apellido, que, en realidad, resulta ser Zutana Mengana Apellido(información que figura en su legajo, pero que debe ser clasificada porque, salvo el jefe, todos los demás la ignoran). Entonces, te convencés de que todo esto debe ser sólo una cosa de las Marías y de que la culpa es de tu mamá porque quiso ponerte María (y tu papá la dejó hacerlo, así que es cómplice de ese maldito plan).

Así, las cosas, hasta que un día, en el trabajo, se llevan tu computadora y, para cuando te instalan otra, ya todos te conocen como Algo y no como María. Y, como no podía ser de otro modo en tu vida, los genios de Sistemas (que siempre te configuran las cosas en la computadora justo cuando vos estás en el baño) van y te crean una nueva casilla de mail (esta vez, algo.apellido@empresa.com) y vos usás esta última, pero los mails de los memos de permisos te llegan a la primera (que para esta altura ha dejado de estar configurada en tu PC) y terminás abrazando la resignación y la idea de que la gente simplifique las cosas y te diga "eh, vos"...

Moraleja: señores padres en la dulce espera, piensen muy bien lo que hacen antes de ponerles a sus hijos nombres compuestos; pueden terminar complicándoles severamente la vida con ese acto, en apariencia, tan simple.

Mi nombre ya es compuesto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaj, ¡muy bueno! Yo no me llamo María, pero tengo un nombre bastante raro que también ha traído ciertas incomodidades y, entonces, agrego: "señores futuros padres, no les pongan a sus hijos nombres extranjeros".

Besos.

Janice

Lucía Aguirre Ciocca dijo...

jeje, ¡me hiciste reir! Por suerte soy sólo Lucía. ¡Saludos!