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martes, 16 de septiembre de 2008

Carta abierta a quienes poemas lastiman

Estimados todos; en particular, estimada doctora Barraza:

Me gustaría consultar por un caso ocurrídome hace varios años ya, sobre el que la aclaración de la doctora Barraza de que “en la última reforma que le hicieron al artículo 166 del Código Penal, se amplió el concepto de arma. Con la redacción actual, para hacerla corta, arma puede ser un poema arrojado de tal modo que pueda herir y/o matar al destinatario. La tipificación puede ser variada según las consecuencias del evento dañoso: desde lesiones leves, pasando por graves y gravísimas, hasta homicidio tentado u homicidio doloso propiamente dicho” arroja nueva luz.

Corría el año 2004 y el estado de ánimo de la aquí presente, o sea yo misma, no era muy bueno, es decir, estaba algo marchito y fácilmente influenciable. Por ese tiempo, quien se expresa, o sea yo misma, tuvo un encuentro con el señor Oliverio Girondo, a través de la primera obra de éste: 20 poemas para ser leídos en el tranvía, la que le asestó una herida de consideración a la declarante. Luego, el anteriormente nombrado volvió al encuentro de la señorita M.N.Y.E.C., esta vez, enfundado en su Espantapájaros y asestole una herida fatal, dejándola en una agonía que fulminó con su obra última En la masmédula.

Es así que morí de una de las formas más exquisitas, si me lo permite la audiencia lectora, que puede existir. Cuando acabé de leer “Cansancio”, el último poema de Girondo, supe que mi vida se iba en esas líneas para que su obra no muriera nunca, y no hice nada para evitarlo; fue un acto consentido.

Luego, mi cuerpo tomó una nueva vida mental (porque fueron mi cerebro y mi espíritu los que estallaron tras el impacto de esos versos) y no aspiro a reclamar por el valor de mi vida anterior, mejor es así como vivo ahora. Mi consulta es acerca del hecho siguiente: el señor Girondo podría ser hallado culpable de la manufactura de un arma con fines homicidas. Sin embargo, yo misma mantuve el libro entre mis manos y nunca atiné a cerrarlo. Yo no quería cerrarlo. Yo (podría decirse) apreté el gatillo. Yo entregué mi vida. ¿No sería yo también culpable?

Desde ya, les agradezco me hagan llegar sus opiniones jurídico-existenciales. Mucho más que atentamente,

Srta. Mi nombre ya es canción.

4 comentarios:

Coni Salgado dijo...

Si hablamos de rupturismo literario y originalidad, este texto es un claro ejemplo. Es raro, está escrito raro y dice mucho. Tiene juegos de palabras y significados en su lectura.
No entendí nada, y sin embargo entendí todo y me pareció excelente.
Hermosa muerte la que provoca la poesía que balea el corazón y el juicio.
Besos

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

Excelente desde la ambiguedad del título hasta el punto final de los finales.

Me alegra que lo hayás publicado!

Nota aclaratoria: La Lic. Barraza no es pariente mía!
Nuestra decente relación se atiene solamente a lo docente.

Diego M dijo...

Yo salí bastante tiempo con una chica que escribe tan bien como vos... Lindas épocas aquellas
Excelente texto :-)
Beso!

PD: iba a tratar de no comentarte más, pero no pude resistir...

Katherine R. Vasquez Tarazona dijo...

Jamás leí una reseña que me llamara tanto a leer. Hija de la música, creo que voy por uno de esos libros online.
Sigue escribiendo...