Basta de glamour. Sólo jogging y zapatillas, patear la pelota afuera y atragante de películas pochocleras. Ya ni me doy cuenta del límite entre ningún lugar. Todas las decisiones son difíciles y, si centrifugo una vez más mis ideas, probablemente se desagüen en un reducto en el que no quepan mis manos.
Escribir es lo único que no cambia, por más que los libros caminen. Hasta podrían correr, incluso. No importaría si volaran y yo tuviera los pies atados a la tierra. Tarde o temprano me colgaría de una de sus hojas, hasta lograr que uno de ellos me llevara en su lomo. De ahí a que mi sangre sea el fluido que estampa las letras sólo hay un filo de papel de distancia.
Mi nombre ya es Aldo Manunzio.
Escribir es lo único que no cambia, por más que los libros caminen. Hasta podrían correr, incluso. No importaría si volaran y yo tuviera los pies atados a la tierra. Tarde o temprano me colgaría de una de sus hojas, hasta lograr que uno de ellos me llevara en su lomo. De ahí a que mi sangre sea el fluido que estampa las letras sólo hay un filo de papel de distancia.
Mi nombre ya es Aldo Manunzio.
2 comentarios:
Me encantó, tiene fluidez, es como una queja poética!
besitos
Ojalá mi sangre fuera el fluído que estampa las hojas! hay mucho que caminar para escribir como vos. Te felicito. Gracias por tus consejos en la clase de Zaiper.
Besos
Cris.
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