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viernes, 20 de junio de 2008

A ninguna parte

A los que tienen las alas heridas, pero no quebradas
Cansada de mi encierro, pero necesitando aún permanecer inmóvil, le pedí a una paloma que me rozó con una de sus alas: “¿No me traés una foto mental del mundo exterior? Después la transcribo en una hoja y la cuelgo con el resto de mis experiencias prestadas”.
Ella asintió y se elevó con ligereza, como si toda ella fuera sólo una pluma. Al cabo de unos minutos, me dijo, en un beso no dado que sin embargo espero: “Transportes y personas con mucha prisa llegando siempre tarde donde nunca pasa nada”.
Al parecer era una paloma mensajera salida de una canción de Serrat, por lo que se disculpó por su falta de originalidad, sin que yo se la reprochase, y decidió agregar como un toque ciertamente importante: “…pero hay solcito”. “Solcito… ¡qué bueno!”, pensé, mientras el alma me entraba un poco en calor.
Colgué la foto en el calendario que tengo justo sobre mi escritorio y volví a enfocarme sobre mi trabajo con la certeza de que, a veces, el mundo no va tan rápido como uno cree: la inmovilidad es un asunto global.
Y así esperé a que se hiciera la hora de irme, a recomenzar con mi vida número diecisiete.

Mi nombre ya es mensajero.

1 comentario:

Sebastián Zaiper Barrasa dijo...

ay!

me dolió el texto

me habré sentido identificado?

Seremos muchos los que nos sentimos identidficados?

Buen texto!

P.D.: Espero que andes bien.