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jueves, 27 de noviembre de 2008

Gualicho

…pero llegar y que el barrio te reciba con olor a flores te cambia cualquier día malhumorado, cualquier encuentro con la creciente amargura de la gente. Que el clima y las luces de Martín García y Patricios sean perfectos te remeda las inclemencias laborales y todo lo que le rezan a la “abanderada de los congelados”. Que la puerta de casa sea el cruce hacia las milanesas de la bienaventuranza te hace olvidar de las trabas de tiempo autoimpuestas y, entonces, tus dedos se apoderan del teclado. Que un llamado telefónico te haga saltar de la silla con urgencia infantil te recuerda que todavía se puede andar por la vida enamorado y sin vendas en los ojos. Que al final de un día tan chato puedas darle cuerpo a una bendición tan chiquita es prueba de que siempre hay una parte vos, por ínfima que sea, que tiene ganas de ver las cosas de otra manera. Y eso está muy bien.

Mi nombre ya es un conjuro.

2 comentarios:

Diego M dijo...

El llamado fue el mío!!
El llamado fue el mío!!
:-)
Besotes conjurados!

Diego M dijo...

Exijo publicamente la republicación de este texto, ya sea porque sale en AHH o, justamente, porque no sale publicado ahí.
Espero que, cuando la vida decida despejarte un poco el camino, puedas darle rienda suelta a esa excelente escritora que llevás adentro.
Besotes!!