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martes, 14 de diciembre de 2010

Jardinería ignífuga

Planto paz y prendo guerra según la ocasión demande: como hacer bricolage con furias ajenas, como tratar de controlar las olas de una marea irregular, como ir más allá de lo que mi naturaleza indicaría...



Prendo paz y planto guerra cuando nadie lo pide: como hacer barro de una fuente con flores, como tratar de quitarle su gravedad a los planetas, como seguir el puro instinto de mis tripas...



Pero, como se sabe, lo difícil no es encontrar las semillas o los fósforos. Lo difícil es regar la planta y soplar el fuego constantemente...



Mi nombre ya es contradicción

jueves, 9 de diciembre de 2010

Presentación de BLA

Centro Cultural San Martín

"Corré la voz" en FM en tránsito

Ediciones Artilugios

presentan

BLA


Una obra colectiva del grupo literario Cruzagramas

y el segundo titulo de la colección

“Micros para viajar a donde quieras”

de

Ediciones Artilugios


La presentación contará con un show de cuentos de:

Marita von Saltzen y Walter Politano

Entrevistas a cargo de: Denise Destéfano

Coordinación general del evento: Sebastián Barrasa


Viernes 10 de diciembre a las 19.00 hs

Centro Cultural San Martín, Sala F

Sarmiento 1551, Ciudad de Buenos Aires, Argentina

Entrada libre y gratuita


Mi nombre ya es invitación.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Caperucita en los tiempos de Twitter

El lobo se arrojó sobre la niña. Su caperuza rojo sangre cayó. Un último recuerdo: la advertencia de su madre de no desviarse por el bosque.



Mi nombre ya ocupa 140 caracteres.

martes, 7 de diciembre de 2010

Buenas razones para renunciar (al trabajo o a lo que sea)

Porque quiero.
Porque me cansé de tener tanto kilometraje rutinario encima.
Porque se me está oxidando la poesía.
Porque los caramelos ya no me sirven.
Porque tengo el espíritu entumecido.
Porque extraño el rock.
Porque no quiero que se me pasen los días como gotas de agua en una canilla a la que hay que cambiarle el cuerito.
Porque las fórmulas ya no me sirven.
Porque mejor ahora que antes de convertirme en un agujero negro humano.
Porque me están sobrando trucos
me está faltando magia
Por muchas otras razones que se parecen a las de quienes renunciaron antes.
Porque tengo paciencia para buscar alegría.
Porque necesito
merezco más.
Porque estoy a un chispazo de encenderme incontrolablemente
Y no estoy lista para las consecuencias.
Porque ya no tengo razones para no...
Ah! Y porque hasta el dedo gordo del pie me dice que esta es la mejor decisión
(los dedos gordos no mienten).

Mi nombre ya es basta para mí.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Terapia grupal en el lugar de trabajo

nosotros
los enfermos perdedores desquiciados
aquí estamos
nos reúnen para que nos reconozcamos
los unos en los otros
(ahora lo veo
cuatro años después
ahora lo veo)
pero a nadie le resulta fácil
darse cuenta de su miseria
en los rostros ajenos

quién sabe cuál es el perverso humor
de los de recursos humanos
que nos buscan y nos ensamblan
(los enfermos perdedores desquiciados)
pero el ring del teléfono me demuestra
que la pelea por el cambio empieza aquí
hoy
en la aceptación

Mi nombre ya es un freak laboral más.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

El silencio de Luis


Pero hoy el colectivo pasó antes de lo esperado y, sin embargo, Luis estaba ahí, esperándolo. No así mucha de la gente que solía estar allí con el mismo fin. Ellos saldrían más tarde y tendrían que tomar otro colectivo. Al subir al interno 25, había asientos vacíos. Luis se sintió como un habitante de un country. El colectivo cubrió el trayecto como sobrevolando el asfalto, como una mano esparciendo crema sobre la piel. El sol de la mañana calentaba el rostro de Luis y tuvo ocasión para una siesta acurrucado en su asiento. Al llegar a un punto neurálgico de la ciudad, Luis descendió del colectivo como endulzado por el viaje, ¿se amargaría en este punto como solía hacerlo? Al descender a la estación de subte, el milagro continuó. Poca gente, viaje breve y sin inconvenientes. Sin asientos libres, pero eso no era importante. Para cuando descendió del subte, en pleno microcentro porteño, el reloj le indicaba que aún tenía veinte minutos antes de verse obligado a marcar tarjeta en el trabajo. Éste, definitivamente, iba a ser un día memorable. Caminó unas cuadras y se detuvo en un supermercado. Compró un alfajor de chocolate, medio kilo de manzanas y un frasquito con veneno para ratas. Salió de supermercado y todavía le quedaban diez minutos. Caminó un poco más y se detuvo a darse un lujo: compró un capuchino grande con canela extra, para llevar. Olía delicioso. Caminó hasta la oficina, fichó dos minutos antes de las nueve y, al pasar por el escritorio del señor Hekel, depositó una manzana y el alfajor de chocolate uno al lado del otro. En algún momento de este día, comprobaría si los milagros existen.

Mi nombre ya es tentación.

lunes, 30 de agosto de 2010

Las palabras de Luis

Prenderle fuego y verlo deshacerse en cenizas. No. Mejor incrustarle algo punzante en el ojo y empujarlo profundo hasta alcanzar materia gris. No, no. El veneno siempre es más efectivo y de fácil uso. Además, es probable que así tenga una muerte más lenta. Digno final para una vida inyectando hartazgo y pesar en la gente que debe soportarlo a diario. Ese tipo de cosas eran las que pensaba Luis, cada vez que su jefe le recriminaba por no haber terminado una tarea para la que no le había dado el suficiente tiempo y que no le correspondía. (Todo eso por un sueldo por debajo de lo merecido, estipulado y suplicado; no podía ser de otra manera). Y, como cada una de esas tantas veces, Luis acabó diciendo: “Disculpe, señor Hekel. No volverá a ocurrir”.

Mi nombre ya está recargado.

jueves, 11 de marzo de 2010

Live from Santiago

Este puede ser el relato de una ebria. Esa ebria bien puedo ser yo. Pisco estaba tomando en la madrugada del sábado. Sentada en el piso de madera con las piernas cruzadas. Ahí fue cuando sentí el tren pasar por debajo de la casa. Pero allí no había tren. Había tierra que cruje. Y una amiga que avisaba que era un temblor. Mi primer temblor. Y mis otros amigos que tampoco se alteraban ni dejaban sus vasos con pisco. Hasta que el primo de mi amiga nos dice que mejor nos paremos. Y lo seguimos. Nos quedamos bajo el arco de una puerta.
Los gringos que dormían en el primer piso, a esta altura, ya no duermen y bajan la escalera alterados. Sus caras no entienden lo que está pasando. Quizá yo tampoco, pero no estoy pensando. En serio, no estoy pensando. Quizá es el cansancio. Quizá es el pisco. Quizá es el instinto de supervivencia que me dice que mejor no piense.
Nos seguimos amontonando bajo el arco de la puerta que está en un pequeño pasillo a la entrada del hostel. El jarrón con flores se sacude hasta caerse del mostrador de la recepción. Uno de sus pequeños vidrios va a parar al pie de Kieran. El temblor es cada vez más fuerte. La tierra parece tener Parkinson. Y no hay pastilla que pueda hacerle efecto. Quizá esto sea lo único en lo que estoy pensando.
La luz eléctrica no aguanta más y nos abandona. Ahora ya me asusté. Pocos segundos más, y el temblor cesa. Casi como persiguiendo a la luz. El primo de mi amiga vuelve a dar órdenes: hay que salir. Hay que buscar, entonces, la llave salvadora de entre un manojo grande. Y yo, que suelo ser buena haciendo caso, encuentro la llave, aunque todavía no entiendo por qué. Aun así, les comunico a los gringos, en un inglés nervioso, que hay que salir. Y alguien explica que puede venir una réplica, que seguramente será bastante fuerte.
"¿Llamaste a tu mamá?", se repiten los chilenos los unos a los otros. "Esto se debe haber sentido en varias ciudades". Mientras, el polaco cuenta que al principio pensó que un camión muy grande estaba pasando en la calle frente al hostel y yo sigo impávida. Como si mi cabeza estuviera demasiado sacudida como para funcionar.
Sin embargo, todo encontró su fundamento, su sentido y su explicación cuando alguien dio la definición sencilla y concreta de lo sucedido. Cuando alguien mencionó una palabra ausente hasta entonces. Alguien dijo: "Esto fue un terremoto". Y, con esa última palabra, todo el pisco que había tomado antes se evaporó.
Mi nombre ya es sísmico.

viernes, 22 de enero de 2010

Elemental, Watson




Hace varios años ya que, cada vez que me siento frente a la computadora, mi gata se me abalanza. Se sube sobre el escritorio en donde yo estoy tratando de tipiar alguna incoherencia o haciendo un gran esfuerzo por terminar un trabajo para la Facultad; camina sobre la impresora ante mi cara de terror porque el aparato sucumba ante su peso y no quiera funcionar más; se queda en el piso, junto a la silla en la que estoy sentada, e intenta llamarme la atención con sus afiladas uñas sobre mis piernas (divinas las marcas que me quedan, pareciera que vivo en el campo rodeada de cardos). En el mejor de los casos, después de realizar cada una de las acciones anteriores, finalmente logro convencerla de que se quede acurrucada sobre mi regazo, mientras trato de seguir tipiando en una postura antinatural, pero proanimal.


Años y años de explicarles a mis amigos que si, de repente, en el medio de una conversación, aparece algo incompresible en la ventanita del messenger no es que súbitamente dejó de hacerme efecto alguna pastilla, sino que hubo algún felino que pasó fugazmente por el teclado y, en medio de una lucha entre patas y dedos, en algún momento alguien apretó el enter y el cyberespacio supo de la presencia de mi gata en el teclado.


Años y años de que yo pensara que todo esto consistía simplemente en una mascota tratando de llamar la atención de la persona que más la quiere. Pero no.


Ayer mi novio hizo que me diera cuenta de algo evidente, algo que hasta podría considerarse un hecho científico claro y preciso (y que yo no había advertido a causa de todas mis bobadas emocionales). Si mi gata se pone pesada y trata de subirse sobre el escritorio en el que está la computadora, no es por llamar mi atención, es porque está tratando de cazar el "mouse".


Mi nombre ya es miau!