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jueves, 28 de junio de 2007

Crónica diaria


Hoy abrí la ventana y miré hacia la calle, porque sabía que algo diferente a lo que veo todos los mariangélicos días me esperaba. Y, entonces, su delicada piel roja chocó con mis ojos y su grito ahogado perforó mis lágrimas y recordé. Recordé dónde guardo un mechón de pelo del año ochentaicuatro y un diente enano del noventaitrés, el programa de la única vez que mi papá me llevó al cine a mí sola, una colección de estampitas y otra de estampillas y otra de monedas, y todo eso que ya...

Al fondo, muy al fondo, se abrió paso Rosita, ésa que me acompañó toda la infancia y que ahora -al igual que papá- yace en una caja de madera. Pero al menos, ni Rosita ni papá pasan el frío abandónico que se cala en un alguna-vez-querido peluche rojo y en quienes allí duermen, en la calle Viamonte.

Mi nombre ya es una foto callejera.

martes, 26 de junio de 2007

Dictamen de la Dirección Cancionera N°1

La autora de este blog, inscripta bajo el nombre de María Jimena González, está sentidamente en contra de los cólicos abdominales que lo obligan a uno a estar en reposo, sentir los dedos helados del médico sobre la panza calentita (la de uno) y lo ponen a dieta: liviana, sin papa, azúcar agregada y pan (porque... -en voz baja- dan gases). También declara firmemente estar en contra de regresar al trabajo después de un día tan descansado. En conclusión: el trabajo es lo que arruina el tránsito intestinal.
Mi nombre ya es el arriba firmante.

jueves, 21 de junio de 2007

En bondi

Un hombre y su botella tocan un timbre,
¿me estarás buscando para brindar?
Un perro pasa con su dueño perdido.
Cuatro ojos masculinos se pegan
a los bolsillos del jean de una rubia.
Perros hay en todos lados,
de los verdaderos, y de los otros.
Un uniformado azul sube al colectivo,
su gorra hace las veces de boleto:
asquerosa gentileza nacional.
Los deliveris escoltan al treintainueve
hasta desaparecer en alguna puerta.
Una pared grita: "Las esferas giran en el cielo...
ahora sos una de ellas."
¿Cómo esto en vez de un colectivo
resultó ser una nave espacial?
Vamos a tener que conseguir más oxígeno
(de algún lado),
¿alguien tendrá una flor?
Un pozo en el asfalto hace que recuerde
exactamente dónde está mi coxis,
y que por más poesía que le ponga,
es sacudido viajar en bondi.
Ya sobre Caseros, el ramal tres -el mío-
empieza a jugar carreras con el dos y el uno.
¡Señor piloto, mire que no lleva casco!
¡Y yo no tengo buzo antiflamas!
La avenida -la mía- me zumba,
me coctelea,
sólo me falta la aceituna
para ser un martini servido en mi casa.

Mi nombre ya es Bond.

martes, 19 de junio de 2007

El rincón del ojo inquisidor I

¿Existirá un súper héroe que luche contra las cañerías tapadas?
Seguro que tendría una lucha sin fin y en el medio del pecho una sopapa, aunque también podría tenerla en la cabeza. Lo de súper se debería a que viene al instante y lo de héroe, a que no te cobra. Pero siempre recibe bien media docena de buñuelos de manzana. Mejor que me ponga a cocinar, ¡que tengo una bañera que no desagota! y hoy pretendo ducharme sin un charco en los pies.
Mi nombre ya es tapón.

jueves, 14 de junio de 2007

Destelevisión

Atolondrado desfile de pechos y divismo,
la falsedad es la piedra fundacional
de semejante demodulador de nuestra cotidianeidad.
Cuando llega la pausa, no dejo preguntarme
por qué nunca recuerdo que mirar a
Tinelli me hace mal a la digestión.
¿La amnesia tendrá fines terapéuticos?
Entonces, la conciencia me grita
una máxima para recordar
ante cualquier paso en falso:
¡Apagá la tele y prendé la vida!

Mi nombre ya respira.

lunes, 11 de junio de 2007

Pisala

Hoy, tuve un minuto de mi cielo iluminado.
Quince, de un viaje en colectivo supersónico y en ojotas.
Un pucho a medias, con mi computadora, de tres minutos y medio.
Dos, de tu sonrisa post coito, mezcla satisfecha de picardía y regodeo.
Cinco, del frenético ejercicio de mi mano en una bolsa de pochoclos.
Once, del final de un partido de truco sin un ancho.
Veinte, de la ventisca polar que me persigue y me tiene sin oyuelos.
Ciento cuarenta y ocho segundos, de una procesión de flores.
Y, en tan sólo dos segundos de un duchazo torpe
-agua fría esquirlando mi espalda-, me di cuenta:
la droga más intensa es el pensamiento.
Cada instante en esa hora, me pegaba un aforismo de astrobiólogo:
“Cuando nuestro planeta personal se mueve,
lo hace desde el pecho y no desde la cabeza”.
Sin embargo, después de ocho horas de laburar con cerebro y corazón
(entidades inseparablemente funcionales a la vida),
elijo dejarlos colgados en el guardarropas
(numerito en la cartera para no extrañarlos)
y que mi mundo se mueva al ritmo de mis pies
abriéndose paso en la pista, sin otra ambición que
bailar hasta que ya no exista límite entre el yin y el yang.

Mi nombre ya es canción bailable.

lunes, 4 de junio de 2007

Fuera de foco

Su existencia transcurría tan sólo a través del obturador de la cámara. Ignacio era uno de esos que veían a la vida bailar delante suyo, ahí nomás, siempre radiante, siempre con otro, como las chicas de quince, o las novias, que fotografiaba usualmente para rejuntarse un sueldo.

Sin embargo, desde hacía un tiempo, su trabajo le resultaba insoportable. Si bien todavía le gustaba ver a la gente bailar -marcando los pasos de esa coreografía de mundos internos que se cruzan, de vidas que se tocan y se apartan-, el ardor en su estómago crecía a medida que acumulaba más y más caras felices-de-fiesta en la retina de su cámara.

Tres y media de la tarde. El cielo gris. En una calle, Ignacio buscaba el número 705, piso primero. Tocó el timbre y un antiguo compañero de clases le abrió. El loft que hacía las veces de vivienda y estudio de Esteban era impactante. La imaginación de Nacho no pudo evitar comparar su vida con la de Esteban: ciento veinte metros cuadrados no alcanzaban para contener todos los rayos de sol, equipos de última generación y restos de noche que formaban parte del universo con epicentro en la calle Darwin, mientras que apenas veinte centímetros cúbicos alcanzaban para los ojos de Ignacio.

Aparentemente, sacar fotos para las revistas para hombres es una pavada; y si tenés buenos contactos, podés ganar buena plata, le aseguró Esteban a Nacho, señalando a su alrededor por toda prueba. De todas formas, Ignacio estaba nervioso, la única vez que había fotografiado a una mujer desconocida completamente desnuda había sido en una clase de retratos artísticos. Y la única mujer cercana (íntima) que se había atrevido a desinhibirse por completo frente a su ojo artificial había sido Paula.

Esteban lo calmó un poco recordándole que esto era una prueba sin ningún tipo de compromiso. Él haría las fotos pedidas por el cliente -primero-, para que viera como se trabajaba en ese ambiente, y -después- Nacho podría hacer las tomas que le surgieran en el momento. Además, le aclaró que lo había llamado porque vos, tenés talento, flaco y que no se hiciera tanto rollo, que estas chicas, tímidas, no son. Le alcanzó una cerveza y Nacho sujetó el porrón, lo acercó a sus labios, pero no bebió.

Alrededor de las cuatro, llegaron la modelo y su manager. Para Nacho, la única diferencia entre ellos era que, ese hombre con aire de jugador empedernido de ruleta lo ignoró sutilmente, mientras que la chica con aire de conductora de programa nocturno de venta telefónica lo ignoró plenamente. Él no existía para ella.

Aunque, quizá, fue lo mejor; gracias a eso Ignacio pudo compenetrarse con su instrumento sin ningún tipo de nerviosismo: era el ojo que todo lo ve sin ser notado, se sentía el panóptico absoluto, la mirada de un ángel que espía a una Eva en su paraíso y captura el momento iniciático de una concatenación de tentaciones realizadas, una instantánea del pecado original de Agustina... que mordía, ahora, una manzana saboreada dulcemente, con la boa al cuello todavía, ignorante de todo a su alrededor.
Mi nombre ya es una mirada.