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sábado, 10 de octubre de 2009

La vida chata del corrector de textos jurídicos

Los minutos se pasan con la misma equidistancia que hay entre las líneas que surgen ante mis ojos. Una tras otra, hasta que el texto pierde sentido inevitablemente, hasta que toda la página se convierte en una sola palabra gigantesca que amenaza con desalfabetizarme. Miro. Miro. Y no puedo leer nada. Y con la vida me pasa lo mismo: ¿qué gracia tiene este devenir de tiempo si todos los días van a ser inevitablemente iguales?

Al contrario de lo que podría haber supuesto en un primer momento, la respuesta es sencilla y propia del más común de los sentidos: tengo que buscarme otro trabajo antes de que mis ganas de leer se suiciden entre las páginas de la próxima edición del Código Civil.

Mi nombre ya está harto.

lunes, 5 de octubre de 2009

Todo lo que quiero (o lista de reglas para un futuro mejor)








  • ser lo suficientemente flexible para ver más allá de mis ojos
  • tener oídos resistentes para escuchar el grito del viento
  • no carecer nunca de verbos que hagan que la vida se mueva
  • poder convertirme en una de las leyes de la termodinamia
  • no ignorar a las flores marchitas
  • hacer música con las yemas de los dedos
  • seguirle el paso a los perros bombón
  • dormir siempre acurrucada en el ronroneo de un gato si hay tormenta
  • tomar fotos de lo que no es serio (lo otro queda grabado en la retina aunque nos resistamos)
  • dejar de tenerle miedo a las cosas que no conozco.

Mi nombre ya es listón.